La electrificación de flotas entra en una nueva etapa. Así lo indica Pablo de Regoyos, gerente de Cadena de Suministro Centroamérica en Iberdrola, quien advierte que el desafío actual no está en instalar cargadores, sino en garantizar que cada vehículo pueda operar sin interrupciones, todos los días.
Su intervención en el panel “Desbloqueando la rentabilidad: TCO y carga inteligente”, organizado por Mobility Portal, marca un punto de inflexión: la rentabilidad del modelo eléctrico ya no depende de la infraestructura física, sino de su gestión y sostenibilidad operativa.
“La clave no está solo en instalar cargadores, sino en mantener la operación viva las 24 horas”, sostiene durante la sesión, donde comparte los aprendizajes que Iberdrola obtuvo al pasar de proyectos piloto a flotas plenamente operativas, con mayores exigencias técnicas y de coordinación.
Flotas operativas: el nuevo estadio exige disponibilidad garantizada
El representante de Iberdrola describe una transición clara: la primera fase se concentra en vehículos de empleados y autos corporativos que cargan en casa o en puntos simples de la empresa.
El salto actual se produce hacia buses urbanos, camiones pesados, recolección y última milla.
En este entorno, la electrificación ya no se limita a sumar puntos de carga; exige hubs con capacidades de balanceo, programación fina y reglas de operación que aseguren que cada unidad esté lista a la hora pactada.
De Regoyos subraya que, en buses urbanos, el TCO ya es competitivo cuando las rutas están planificadas y la operación es estable.
Ese aprendizaje permite escalar a segmentos más complejos, como la logística de última milla y el transporte pesado.
“Cuando las flotas dejaron de ser de empleados y pasaron a ser operativas, la caja de herramientas tuvo que ampliarse”, indica.
La disponibilidad, el control de la demanda y la gestión energética se convierten en variables de negocio, no solo técnicas.
Del hardware al software: gestión y posventa como núcleo del TCO
El panel insiste en que la rentabilidad se define en la operación. El hardware es el punto de partida, pero el diferencial está en la monitorización en tiempo real, la detección temprana de alarmas, el rearme remoto cuando es posible y la coordinación de técnicos de campo cuando no lo es.
“Es tan importante tener un cargador operativo como tener a quién llamar cuando algo falla”, afirma.
La consigna se traduce en SLA de atención (24/7 cuando el cliente lo demande), protocolos claros y tableros que integren estado de cargadores y flota.
Iberdrola adelanta, además, un movimiento estratégico: el desarrollo in-house de su sistema de gestión de carga para el ecosistema público y privado.
La decisión busca acortar la cadena de respuesta, ganar control sobre la experiencia del cliente y asegurar la continuidad de servicio.
“Nuestro modelo tradicional se apoya en proveedores excelentes, pero vemos valor en recuperar capacidad de actuación directa sobre el negocio y el servicio”, explica.
Para el gestor de flotas, esta integración significa menos fricción, tiempos de resolución más cortos y una visión unificada del rendimiento operativo.
Hubs y ciudad: coordinar suelo, flujos y uso real de la recarga
El avance hacia flotas operativas introduce un reto urbano. No todas las unidades “duermen” en una campa con infraestructura propia.
En última milla y servicios tercerizados, gran parte de los conductores no cuenta con carga residencial ni con bases privadas.
Aquí emergen fórmulas de colaboración público-privada que van desde habilitar suelo dentro del anillo urbano para estacionar y recargar furgonetas, hasta hubs de acceso público o semipúblico situados estratégicamente para iniciar la jornada con carga suficiente.
“Hay que coordinar con ayuntamientos y con los gestores del suelo. Sino, la ecuación no cierra”, sostiene De Regoyos.
El diseño de corredores, radios de giro, gálibos y marquesinas también cuenta: un hub válido para autos o buses no necesariamente sirve para camiones.
La geometría de acceso, la circulación interna y los tiempos de conexión deben contemplar las dimensiones y maniobras de cada vehículo, especialmente a medida que se generalicen potencias altas y estándares como MCS para pesada.
Sin esa ingeniería de detalle, la infraestructura pierde eficiencia y la disponibilidad se resiente.
Operar a escala: balanceo, programación y energía como variables de negocio
El paso a escala exige inteligencia de carga. Los operadores necesitan balancear potencia entre múltiples cargadores, programar ventanas por turnos, precio de energía y estado de batería, y priorizar unidades con salida inminente.
Estas decisiones impactan directo en el costo total de propiedad: menos picos de demanda, menos penalizaciones, mejor uso de la capacidad contratada y mayor “uptime” del activo móvil.
Para Iberdrola, la instrumentación (medición granular, telemetría de flota, APIs con cargadores y vehículos) es el puente entre la promesa del hardware y la realidad del servicio.
La vista unificada permite anticipar incidentes, redistribuir cargas y mantener niveles de servicio incluso con fallas parciales.
En flotas profesionales, cada hora de indisponibilidad implica rutas perdidas, penalidades contractuales y costos logísticos adicionales.
Soporte 24/7: protocolos, roles y tiempos de resolución
Más allá de la plataforma, el representante de Iberdrola enfatiza la organización del soporte.
La operación eficiente requiere procedimientos claros: quién recibe la alarma, quién valida si es un rearme local, a quién se despacha si es necesaria la visita, cuándo se escala al fabricante del cargador o del vehículo.
“Montar esa estructura es complejo; define la eficiencia del sistema”, sostiene.
La experiencia de operar redes públicas traslada prácticas útiles a la recarga de flotas: catálogo de fallas recurrentes, matrices de decisión y KPIs de tiempo de respuesta y de reparación.
Este punto suele quedar oculto en licitaciones o pilotos, pero se vuelve central al industrializar la electrificación.
Las flotas buscan garantías operativas más que fichas técnicas: niveles de disponibilidad garantizada, ventanas de servicio, stocks de repuestos críticos y interoperabilidad efectiva entre marcas de cargadores y modelos de vehículos.
Política pública e incentivos: señales para acelerar la adopción
De Regoyos también remarca el rol de las políticas públicas. Los programas de impulso resultan determinantes en la fase de despegue, y su carácter efectivo y continuo influye en la curva de adopción.
“Donde las ayudas funcionaron bien, la adopción se disparó”, afirma.
En paralelo, la coordinación institucional ayuda a acelerar permisos, habilitar suelo y alinear normativas para que los hubs de flotas cuenten con la potencia disponible y los estándares adecuados.
La señal regulatoria reduce incertidumbre y mejora el acceso a financiamiento para proyectos con fuerte componente de infraestructura.
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